ARREPENTIMIENTO PROGRESIVO
El Reino se ha acercado, ¿ya diste el giro? Descubre qué es la verdadera teshuváh, cómo entrar en el pacto y avanzar hacia la madurez en Yeshúa. ¡El tiempo apremia!

El tiempo de la venida del Mesías está cerca, es urgente avanzar en nuestro discipulado para alcanzar la madurez en nuestra emunáh (fe), por eso hoy quisiera insistir en algunas cosas que quizás ustedes ya saben, perdón.
En los últimos años, hemos aprendido que las buenas nuevas anunciadas por Yeshúa y sus apóstoles se resumen en la frase «arrepiéntanse porque el Reino de los Cielos se ha acercado» (Mateo 3:2; 4:17; Marcos 1:15; Hechos 2:38; 3:19). En otras palabras, el Reino de los Cielos se ha vuelto favorable… si nos arrepentimos. También aprendimos que arrepentirme NO ES reconocer mi pecado, tampoco es sentir remordimiento por haberle fallado al Padre. Arrepentirme es cambiar, es dar un giro en 180 grados en mi forma de vida para vivir según la voluntad del Eterno. El concepto hebreo de «arrepentimiento» es «teshuváh», que significa «regresar». Por eso en el Brit Hadasháh (NT) el concepto de «regresar» aparece una y otra vez, en realidad habla de lo mismo: teshuváh, es decir, arrepentimiento. Pero, ¿regresar a qué? Regresar al Padre, regresar a vivir en pacto, regresar a la obediencia de la Toráh y los profetas (Mateo 5:17). Regresar a la obediencia es abandonar el pecado, porque el pecado es, precisamente, desobedecer la Toráh (1 Juan 3:4). Ahora bien, hay pecados de muerte que son los primeros que debemos abandonar. Leamos con cuidado las siguientes palabras del apóstol Pablo:
COLOSENSES 3:4-10 — «Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes también serán manifestados con él en gloria. Por tanto, consideren los miembros de su cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas, en las cuales ustedes también anduvieron en otro tiempo cuando vivían en ellas. Pero ahora desechen también todo esto: ira, enojo, malicia, insultos, lenguaje ofensivo de su boca. Dejen de mentirse los unos a los otros, puesto que han desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, y se han vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó».
Para entrar al pacto lo primero que dejamos fueron los pecados de muerte, que son pecados evidentes como: «la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría». Aunque esta no es una lista absoluta, nos enseña la clase de pecados por los que vendrá la ira de Dios sobre los «hijos de desobediencia». Nosotros, hermanos, no somos hijos de desobediencia, sino hijos de obediencia porque nos hemos arrepentido, hemos regresado. No siempre fuimos así. Pasamos de ser desobedientes a ser obedientes para entrar en el nuevo pacto. Por eso dice Pablo, en referencia a estos pecados: «en los cuales ustedes también anduvieron en otro tiempo cuando vivían en ellas». Ya no andamos en ello. Por ejemplo, no cometemos fornicación, que es pecado sexual (relaciones prematrimoniales, relaciones adúlteras, pornografía, etc.).
Demostrar arrepentimiento genuino es una condición para ser parte de la congregación de discípulos de Yeshúa. Cuando en el primer siglo surgió la discusión sobre los requisitos que debían cumplir los gentiles para formar parte la congregación de Yeshúa, algunos pensaron que tenían que circuncidarse, es decir, para por el proceso de conversión al judaísmo. Sin embargo el sanedrín mesiánico de Jerusalén determinó lo siguiente:
HECHOS 15:19-21 — «Por tanto, yo opino que no debemos molestar a los que de entre los gentiles se convierten a Dios, sino que les escribamos que se abstengan de cosas contaminadas por los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre. Porque Moisés desde generaciones antiguas tiene en cada ciudad quienes lo prediquen, pues todos los días de reposo es leído en las sinagogas».
La condición para ser sumergido en agua en el nombre de Yeshúa y pasar a formar parte de la congregación era: renunciar a los ídolos, renunciar a los pecados sexuales, a la comida ritual pagana y a la sangre. Salta a la vista que eso es sólo una parte de los mandamientos de la Toráh, por eso Jacob dijo: «porque Moisés tiene en cada ciudad quienes lo prediquen, pues todos los días de reposo es leído en las sinagogas», en otras palabras, lo demás lo irán aprendiendo en las sinagogas cada shabat.
Y ciertamente todas esas transgresiones las dejamos cuando entramos en el nuevo pacto pero, regresando a las palabras de Pablo a los colosenses: «pero ahora desechen también todo esto: ira, enojo, malicia, insultos, lenguaje ofensivo de su boca, dejen de mentirse los unos a los otros». No me canso de señalar que el discipulado de Yeshúa es un camino de progreso constante hacia la plena madurez espiritual, hacia la plena santidad hasta alcanzar la perfección. Y eso implica seguir cambiando, seguir avanzando en quitar todo pecado de nuestras vidas.
2 TIMOTEO 3:16-17 Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios SEA PERFECTO, equipado para toda buena obra.
EFESIOS 4:11-13 — «Y Él dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Determinémonos este día a esforzarnos cambiando en nuestras vidas todo lo que tengamos que cambiar para avanzar hacia la madurez, a la medida de la estatura de Yeshúa el Mesías. El único obstáculo somos nosotros mismos.
¿Quién dice amén?
Un abrazo, shalom!!!