CARTAS PARA LOS SIERVOS

En un mundo donde muchos se conforman con creer, hay quienes deciden servir con todo su ser. ¿Qué distingue a un siervo del Señor de un creyente común? Descúbrelo en las cartas que Yeshúa dirigió a sus congregaciones.

Revelación 1:10-11 — Estaba yo en el espíritu en el día de YHVH, y oí detrás de mí una gran voz, como sonido de trompeta, que decía: «Escribe en un rollo lo que ves, y envíalo a las siete congregaciones: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea».

Me asombra darme cuenta de que los textos de los capítulos 2 y 3 de Revelación (Apocalipsis) son de la autoría directa del Mesías Yeshúa glorificado, por eso todos los años vuelvo a estudiar estos pasajes en busca de mayor revelación, de una mayor profundidad y entendimiento de las instrucciones que nuestro Señor nos dio para ser bienaventurados de este tiempo final.

El contexto de las cartas es la visión que Yeshúa glorificado le dio al apóstol Juan mientras este último estaba prisionero en la isla de Patmos. Juan escribió que estaba «en el espíritu en el día del Señor».

¿Qué significa «estar en el espíritu»? — Esta expresión —paralela a las frases «la mano de YHVH vino sobre mí» (Ezequiel 1:3), «el Espíritu de Elohim vino sobre él» (1 Samuel 10:10) y «le sobrevino un éxtasis» (Hechos 10:10)— se refiere a estar bajo la influencia del Espíritu de Santidad experimentando visiones de parte del Señor o teniendo una percepción excepcional del mundo espiritual.

¿Y qué es es «el día del Señor»? — Esta es una expresión bíblica muy conocida que se refiere al tiempo en el que el Señor se manifestará al mundo para establecer su Reino de justicia: salvación de los redimidos y castigo a los pecadores. El día del Señor no es un día de veinticuatro horas, es realidad es un período de tiempo que comienza con una serie de eventos que gatillarán el inicio de la Gran Tribulación y que terminará con el inicio del Reino de los Cielos en plenitud, incluyendo todos los eventos que ocurrirán en medio.

En resumen, el libro de Revelación (Apocalipsis) es un conjunto de visiones proféticas que Juan experimentó bajo la influencia del Espíritu de Santidad, sobre el futuro «día del Señor». Y lo primero que percibe Juan en su visión es una gran voz como de trompeta que le ordena escribir las visiones que se le van a dar y enviarlas a siete congregaciones específicas.

¿Quienes son los destinatarios de la Revelación (Apocalipsis)? — El primer versículo dice claramente para quienes es la revelación:

Revelación 1:1 — Revelación de Yeshúa el Mesías, que Elohim le dio, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.

Así es que sabemos desde el principio que la revelación es para los siervos o esclavos del Señor. Para el Eterno no todos en la congregación somos iguales. Es evidente que ser un «siervo del Señor» dista mucho de ser un «creyente común». Y me refiero por «creyente común» a un creyente que tiene la convicción de que Yeshúa es el Mesías y confía en su salvación, pero tiene el corazón dividido entre el Reino y este mundo, entre hacer la voluntad del Eterno y seguir sus propios deseos. Este tipo de personas es un creyente común porque representa a la inmensa mayoría de personas que se identifican a sí mismos como cristianos, católicos o de raíces hebreas. El siervo, por otro lado, es un discípulo plenamente comprometido con el Señor, es uno que prioriza su vida espiritual y que crece en madurez año tras año, esforzándose por aprender y aplicar las enseñanzas de las Escrituras. Ser un siervo no depende de ser un maestro o un profeta ni nada parecido. Observa lo siguiente:

Hechos 6:25 — Entonces los doce convocaron a la congregación de los discípulos, y dijeron: «No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas. Por tanto, hermanos, escojan de entre ustedes siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea. Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra». Lo propuesto tuvo la aprobación de toda la congregación, y escogieron a Esteban, un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía.

Note que los apóstoles escogieron a personas de «buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría» para que se encargaran de «servir las mesas». En el Reino de los Cielos los siervos tienen distintas tareas, algunos de encargan de la palabra, otros de las mesas, otros de la intercesión, etc. Ser siervo no depende de la tarea sino de la forma en que vivimos cada día. Tenemos que entender que los siervos verdaderos sirven al Señor de distintas maneras, pero todo comparten una vida de fidelidad y disciplina en la emunáh.

Así es que hay siervos y creyentes comunes. Ambos tipos de personas confían plenamente en el Señor, pero uno lo hace sobre una forma de vida profundamente arraigada en la palabra del Señor y el otro por una mera convicción personal (fe en la fe). Ser un siervo es una cuestión binaria: se es siervo o no se es. No se puede ser un poquito siervo y un poquito no, eso sería como estar un poquito embarazada y un poquito no. Tenemos que esforzarnos (tengo que esforzarme) por ser un siervo.

Así es que pregunto: Sí o No, ¿Eres un siervo verdadero?

Todavía hay tiempo, pero queda poco.

Un abrazo, shalom!