EL MUNDO EN QUE VIVIMOS

En una sociedad que celebra lo que la Escritura llama pecado, vivir como discípulo de Yeshúa es nadar contra la corriente. ¿Cómo mantenerse fiel en un entorno que desprecia la santidad? La respuesta está en las cartas del Mesías a las congregaciones.

EL MUNDO EN QUE VIVIMOS

Esta mañana, el estudio de las cartas de Yeshúa me lleva a una realidad que pasamos por alto con demasiada frecuencia. Toma en cuenta que las siguientes son las palabras que salieron de la boca de nuestro Adón Yeshúa:

Revelación 2:1 — «Escribe al mensajero de la congregación en Éfeso : El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, aquel que anda entre los siete candelabros de oro, dice esto».

El Mesías dirige esta carta al «mensajero de la congregación en Éfeso», el «mensajero» es el siervo que tiene la función de leer el texto delante de la congregación, es decir, al moréh, rabino, pastor o como quiera que se llame en cada comunidad. Yeshúa no es amigo de los títulos y por eso lo llama simplemente «mensajero» (Mateo 23:8-10). En este caso, el mensajero de la congregación que vive en Éfeso.

Si buscas información de Éfeso te darás cuenta de que era una ciudad grande, con mucho comercio, mucha gente… y mucho paganismo. En esta ciudad estaba nada menos que el gran templo a la diosa Artemisa, que es considerado una de las maravillas arquitectónicas del mundo antiguo. Qué escenario tan distinto al de Yeshúa hablándole a sus discípulos en Galilea o en Judea. En esta ciudad no se conocía la Toráh y los judíos eran una pequeña comunidad en medio de una población predominantemente pagana. La influencia de la cultura gentil no se limitaba al culto dominical, el paganismo influía en cada aspecto de la sociedad y en particular la ética y la moral. En medio de esta cultura, los principios de santidad y justicia de la Toráh eran considerados por los efesios como una excentricidad, una forma de vida ridícula, imposible e indeseable. Lo primero que tenemos que tomar en cuenta para entender este mensaje es que el contexto cultural en el que tenían que vivir los hermanos de Éfeso se va a repetir en cada unas siete congregaciones a las que Yeshúa les envío una carta. Las congregaciones de discípulos de Yeshúa vivieron en medio de un mundo dominado por el pecado y que despreciaba el Reino de los Cielos. Esa es la realidad en el momento en el que el apóstol Juan estaba tomando nota de las palabras de Yeshúa y es, precisamente, nuestro contexto hoy en día al final de los tiempos. Quizás podríamos pensar que era fácil guardar los mandamientos de Yeshúa en Judea (aunque no lo era en realidad), pero en Éfeso la realidad era muy parecida a la nuestra. Nadie guardaba el shabat o los moedim, al contrario, las familias celebraban navidad, la gente comía cerdo y toda clase de inmundicias, y la carne que vendían en el mercado había sido consagrada a los ídolos paganos. Había fiestas dedicadas a los ídolos en las que toda la ciudad participaba con entusiasmo, había gimnasios dedicados al culto al cuerpo. Aunque se promovía toda clase de filosofías e ideologías, la gente se ofendía al escuchar el evangelio y se sentían insultados al saber que había discípulos viviendo según los principios de santidad de las Escrituras. En otras palabras, todo era muy parecido a lo que vivimos hoy en día. Este es el primer aspecto que a mi me llama la atención de este escenario pretribulacional: los discípulos ya no vivían en un entorno judío sino en medio de culturas paganas dedicadas al pecado y la iniquidad, como Sodoma y Egipto (Rv 11:8).

A veces pensamos que algunos mandamientos son difíciles para nosotros porque en nuestra ciudad porque, por ejemplo, nadie guarda el shabat, por eso debemos tomar en cuenta que el contexto normal de las congregaciones de discípulos de Yeshúa fue, desde el principio, idéntico al nuestro hoy en día. No hay nada nuevo bajo el sol.

Juan 15:18-19 — Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes. Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no son del mundo, sino que yo los escogí de entre el mundo, por eso el mundo los odia.
1 Juan 3:13 — Hermanos, no se maravillen si el mundo los odia.
1 Juan 2:15-16 — No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
2 Pedro 2:20 — Si después de haber escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Yeshúa el Mesías, de nuevo son enredados en ellas y vencidos, su condición postrera viene a ser peor que la primera.

Yeshúa y los apóstoles nos enseñaron que, aunque vivimos en este mundo, no somos parte de este mundo y por eso siempre vamos a ser rechazados.

¿Qué significa esta enseñanza para ti hoy en día?

Un abrazo, shalom!