HABLAR MENOS Y BIEN

En tiempos donde las palabras abundan y el juicio escasea, hay una sabiduría ancestral que nos invita a pausar, escuchar y hablar con intención. Porque no todo lo que se dice edifica, y no todo silencio es vacío. A veces, callar es obedecer.

HABLAR MENOS Y BIEN
Proverbios 10:19 — «El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua».

Hemos aprendido la importancia de controlar nuestra manera de hablar, porque al final daremos cuenta de cada una de nuestras palabras. En Mateo 12:36 está escrito: «Yo les digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado».». Nuestro Rey nos advirtió que el día del juicio, nuestras palabras estarán delante de su trono, y nos harán inocentes o culpables.

El «lashón hará», la lengua maligna, es un asunto extremadamente serio. Los chismes o calumnias son pecado. Este shabat acabamos de leer Levítico 19:16 donde dice: «No andarás de calumniador entre tu pueblo; no harás nada contra la vida de tu prójimo. Yo soy el SEÑOR». Hablar mal de alguien es ir contra la vida de esa persona.

Hablar mal de otra persona, o es por orgullo, o es por envidia, o es por resentimiento. Por eso en Mateo 12:35 está escrito: «El hombre bueno de su buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo de su mal tesoro saca cosas malas». El mal que alguien pueda tener en el corazón, da a luz al pecado a través de sus palabras.

No debemos dejar que eso ocurra, antes debemos quitar la levadura de nuestro corazón para que no llegue a nuestra boca. En Mateo 15:11 está escrito: «No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre».

Hablar demasiado te expone a pecar con las palabras y, si caes en la trampa, serás avergonzado(a) en el día del juicio. ¿Hablamos mal del vecino? ¿Hablamos mal del colega? ¿Hablamos mal del hermano en la fe? Es una falta grave. Cuando lo hacemos estamos expuestos delante del tribunal, porque estamos yendo contra la vida de nuestro prójimo.

¿Podemos desarrollar un carácter que nos permita habla menos? ¡Por supuesto! Por eso es un mandamiento, porque cumplirlo depende de nosotros. El Eterno ya nos dio la instrucción y junto con ella la capacidad de cumplirla. Si no estás obedeciendo un mandamiento no es porque sea demasiado difícil de cumplir, es porque fallaste. Te falta emunáh. Te falta disciplina y compromiso. Te falta amor.

Que el Eterno tenga misericordia de nosotros, que nos perdone y nos ayude a cuidar nuestras palabras. Aprendamos sabiduría. Hablemos menos y oigamos más. Dejemos de hablar del prójimo y oigamos la voz de nuestro Elohim y de su hijo, nuestro Rey.

Un abrazo, ¡Shalom!