NO PERDAMOS EL SABOR

En un mundo que diluye la verdad y mezcla la fe con ideologías, mantener el sabor original es un desafío. Como la sal que pierde su esencia al contaminarse, nuestra fe corre el riesgo de volverse insípida. ¿Qué significa realmente ser la sal de la tierra y cómo evitar perder ese sabor?

NO PERDAMOS EL SABOR
Mateo 5:13 — 13 Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.

NO PERDAMOS EL SABOR — Ayer reflexionábamos sobre lo que significan las palabras del Mesías cuando nos dijo que somos la sal de la tierra. Unos pocos granos de sal le dan sabor a los alimentos, se la misma manera los discípulos de Yeshúa podemos influenciar al mundo transmitiendo la verdad y viviendo en justicia. La hermana Gladys preguntó qué podía hacer que la sal perdiera su sabor y razonábamos que la sal sólo podía perder su sabor si se mezclaba con otra cosa. La pregunta es buenísima. Averigüé que, efectivamente, la sal que se usaba en Israel en los tiempos de Yeshúa no era la sal pura refinada usamos hoy en día. En ese tiempo la sal se extraía de evaporaciones de agua del Mar Muerto o de otras fuentes naturales ricas en minerales. Como resultado la sal era una mezcla de cloruro de sodio (sal verdadera), yeso, y toda clase de minerales, incluso tierra. Si el cloruro de sodio se disolvía o se lavaba (por humedad, mal almacenamiento, exposición al ambiente), lo que quedaba era un residuo blanquecino que a la vista parecía sal pero que había perdido todas sus propiedades, se volvía insípido, inútil, incluso tóxico y solo servía para endurecer la superficie de los caminos. En resumen, la sal perdía sus propiedades cuando se contaminaba con otros elementos. Es sorprendente lo que podemos aprender de eso. Somos la sal de la tierra, le damos sabor al mundo, es decir, transmitimos justicia y bondad del Eterno a través de nuestras enseñanzas y de nuestra forma de vivir, sin embargo perdemos el sabor cuando mezclamos nuestra fe con lo que está en el mundo. Esto tiene varias dimensiones, pero hoy quiero destacar una: el peligro de diluir la fe verdadero con las ideas del mundo. Desde los tiempos post diluvianos, el el enemigo ha adoptado la estrategia de contaminar las enseñanzas y mandamientos del Eterno por medio de filosofías equivocadas y tradiciones abominables. La cultura del mundo se sostiene y promueve toda clase de mentiras con la finalidad de esclavizar a la humanidad al pecado y hacer caer al pueblo del Eterno.

Juan 8:44 — «Ustedes son de su padre el diablo y quieren hacer los deseos de su padre. Él fue un asesino desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira».

Satanás es el padre de la mentira y ha usado la religión, la filosofía, la política y, a veces, hasta la ciencia para confundir y engañar a los discípulos de Yeshúa. Hemos visto caer a la casa de Judá en la hechicería a través de la Cábala, al cristianismo romano en la idolatría, y al cristianismo moderno en la avaricia y el pecado sexual. Debemos estar atentos y examinar si los conceptos de nuestra fe están firmemente basados en la Palabra de Elohim, quitando toda influencia de filosofías o tradiciones mentirosas. El apóstol Pablo nos advierte:

Colosenses 2:8 — «Cuídense de que nadie los haga cautivos por medio de filosofías y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo, y no según el Mesías».

Hermanos, reinterpretar las Escrituras para que se adapten a las ideologías del mundo, a nuestras tradiciones familiares o a nuestros gustos personales, sólo hará que perdamos nuestro sabor y que seamos expuestos a ser pisoteados y a sufrir en manos del mismo mundo que nos engaña. Debemos resistir, sobre todo en este tiempo. No podemos participar con el mundo de su cultura, a eso el apóstol Jacob lo llama adulterio:

Santiago 4:4 — ¡Oh almas adúlteras! ¿No saben que la amistad del mundo es enemistad contra Elohim? Por tanto, cualquiera que quiere ser amigo del mundo se constituye enemigo de Elohim.

No podemos ser amigos del mundo en el sentido de establecer una relación significativa con grupos o personas que no estén en pacto. Cuidado. El apóstol Pablo también nos advierte:

2 Corintios 6:14-17 — No estén unidos en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué asociación tiene la justicia con la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene el Mesías con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿O qué acuerdo tiene el templo de Elohim con los ídolos? Porque nosotros somos templo del Elohim vivo… Por tanto, salgan de en medio de ellos y apártense —dice YHVH—, y no toquen lo inmundo, y yo los recibiré.

Pregunta ¿acaso Yeshúa no andaba con publicanos y pecadores? Sí, pero no para acompañarlos mientras cobraban los impuestos o mirarlos mientras pecaban, sino para llamarlos al arrepentimiento. Yeshúa no se unía en yugo desigual con incrédulos sino que dedicaba tiempo para predicarles y enseñarles llamándolos al arrepentimiento.

Lucas 5:29-32 — Y Levi le ofreció un gran banquete en su casa, y había un gran número de recaudadores de impuestos y otros que estaban sentados a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban contra los discípulos de Yeshúa, diciendo: “¿Por qué comen y beben con recaudadores de impuestos y pecadores?” Y Yeshúa les respondió: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”.

Yeshúa no estaba con los pecadores para pasarlo bien o para pasar el rato, nuestro Adón estaba con pecadores para llamarlos al arrepentimiento. Entender esto es especialmente importante en este tiempo, el espíritu de error representado en el caballo blanco del primer sello (Apocalipsis 6:1-2) ya está en acción en el mundo engañando al mundo para que llamen a lo malo bueno y a lo bueno malo (Isaías 5:20) y como consecuencia muchos discípulos se están perdiendo (Mateo 24:11-12).

Reflexionemos hoy en esta realidad, tengamos siempre presente que debemos comprobar si nuestra fe proviene de la Palabra del Eterno confirmando que no estamos reinterpretando las Escrituras según las tradiciones y las ideologías de los hombres, y también examinemos si hay amistades que estén siendo obstáculo para obedecer algún mandamiento de la Toráh. Todas estas cosas nos quitan el sabor, y es el momento de tomar decisiones.

Un abrazo, shalom!